Dra. María Elsa Giovo, una vida dedicada a la piel, la infancia y el servicio

Hablar de la doctora María Elsa Giovo –más conocida como Mariel Giovo- es hablar de pasión, perseverancia y raíces. Nacida en Córdoba, creció en un entorno donde el esfuerzo y la empatía marcaron su camino. Desde muy joven descubrió su vocación de servicio: a los 14 años realizó un curso de enfermería donde aprendió a tomar la presión y a colocar inyecciones, y a los 17 ingresó a la carrera de Medicina. “El día que me abandone la pasión, la emoción y la sensibilidad por el que sufre, tendré que retirarme”, afirma con convicción.

Se recibió a los 23 años e inició su residencia en pediatría mientras realizaba guardias en clínicas privadas para mantenerse. Una rotación en el Hospital de Niños junto a la Dra. María Teresa Zabala despertó su interés por la dermatología pediátrica: “La piel expresa emociones. Hay que saber leerla, y ese es todo un aprendizaje”. Este descubrimiento la llevó a profundizar sus conocimientos en el Hospital Ricardo Gutiérrez en Buenos Aires, donde se formó en dermatopediatría bajo la guía de la Dra. Eva Mora, a quien recuerda como una jefa generosa y dulce.

La perseverancia ha sido el motor de su carrera: “aprendí a insistir, persistir y resistir hasta entender lo que me costaba”. Esa necesidad de razonar y hacer razonar al otro la llevó naturalmente a la docencia. Hoy, en su consultorio, recibe alumnos de cuarto año de Medicina, médicos en formación y colegas que buscan perfeccionarse en dermatopediatría. Ajustar el enfoque para cada grupo es parte de su compromiso con la formación continua.

La consulta pediátrica: empatía y estrategia

Atender a un niño requiere empatía, creatividad y firmeza. Es por eso que la Dra. Mariel transforma la consulta en un espacio lúdico: se acerca a la camilla, convierte el dermatoscopio en parte del juego y logra que el niño se relaje. “El juego es una herramienta fundamental”, explica. Así, la consulta fluye, la madre participa y el diagnóstico se realiza sin traumas.

“Muchos dermatólogos sienten cierta inseguridad frente a la atención infantil, porque un niño no es simplemente un adulto en pequeño: está en crecimiento y presenta condiciones propias. Incluso el manejo del dolor requiere un enfoque distinto, anticipando y preparando el terreno antes de cualquier procedimiento,” explica la Dra. Giovo.

Al regresar a Córdoba trabajó 14 años en el Hospital Pediátrico donde creó el servicio de dermatología. En el año 2000 fue trasladada al Hospital de Niños, desempeñándose como jefa de la división de dermatología donde junto a otros profesionales han gestado la dermatopediatría de alta excelencia en su provincia. Actualmente participa en comités de dermatología y dermatología pediátrica e impulsa encuentros de capacitación en forma mensual.

Centro Giovo: raíces y crecimiento

En paralelo al trabajo hospitalario nació el Centro Giovo, en la casa paterna donde la doctora nació y se crió. Comenzó sola, y su hijo Max la impulsó a agrandar la propuesta. Hoy el Centro atiende seis de los siete días de la semana, cuenta con seis consultorios en donde atienden más de 30 profesionales de diversas especialidades. Allí también se integra la dermatología con la salud mental, porque “la piel refleja emociones”.

El centro ofrece apoyo psicológico para pacientes y familias, especialmente en patologías como vitiligo o psoriasis, y realiza charlas en colegios para prevenir el bullying. Para la Dra. Giovo “la integración entre dermatología y salud mental no solo mejora la calidad de vida del paciente, sino que también fortalece nuestra práctica profesional, recordándonos que la atención médica debe ser integral”.

“Muchas patologías se desencadenan o agravan cuando existe un desequilibrio emocional, por eso el trabajo en conjunto con el equipo de salud mental es fundamental. En nuestro centro contamos con psicólogas que aportan herramientas valiosas para pacientes y familias, especialmente en patologías donde el impacto social y emocional es significativo”, agrega.

Epidermólisis ampollar: un compromiso que trasciende

Desde sus inicios, la epidermólisis bullosa —“piel de mariposa”— marcó su carrera. “Estos pacientes son mis grandes maestros”, dice.

Su compromiso es absoluto: son los únicos que tienen su teléfono personal. Gracias al trabajo en red y al diagnóstico molecular, hoy los niños tienen mejor calidad de vida. Córdoba es la única provincia con cobertura integral para estos pacientes, gracias a la articulación con la Fundación PRODANEA y el programa provincial.

Una vocación que no se jubila

Aunque jubilada de la provincia, Mariel sigue activa como consultora y docente. “Si algo deseo que quede en quienes me conocieron, es que me recuerden como una docente generosa”, afirma. Porque para ella la medicina es mucho más que ciencia: es humanidad. Y mientras conserve la pasión seguirá enseñando y aprendiendo, porque esta vocación no se jubila.

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