En tema Cuidado de las cicatrices infantiles Reproducir nota En los niños las cicatrices son especialmente relevantes ya que crecen en proporción con el cuerpo y se vuelven más notorias con el tiempo, lo que afecta la autoestima, la percepción corporal y la socialización temprana. Introducción Las cicatrices en los pacientes pediátricos representan un desafío clínico complejo que trasciende el aspecto puramente estético. Se reconoce de forma universal que cualquier incisión quirúrgica de espesor total dejará una cicatriz, pero no todas evolucionan igual. En los niños, estas marcas adquieren una importancia particular, ya que crecen junto con el cuerpo y tienden a hacerse más visibles con el tiempo, lo que afecta su autoestima, la percepción de su imagen corporal y su socialización temprana. La evolución de una cicatriz depende de diversos factores, como la biología del paciente, el tipo y localización de la herida, el tiempo de cicatrización y los tratamientos aplicados durante el proceso. Las cicatrices se clasifican en 2 tipos según su tiempo de evolución: inmaduras, con menos de un año, y maduras. Las inmaduras, caracterizadas por inflamación, eritema o engrosamiento, aún pueden beneficiarse con tratamientos que mejoren su aspecto y eviten que se conviertan en cicatrices patológicas. Las maduras, en condiciones ideales, evolucionan a líneas delgadas de coloración homogénea con respecto a la piel circundante, aunque en algunos casos pueden complicarse y dar lugar a atrofias, hiperpigmentaciones, cicatrices hipertróficas o queloides. La adhesión estricta a principios terapéuticos basados en la evidencia puede ayudar a los cirujanos a reducir la formación de cicatrices indeseables. En este artículo se analizan diversas estrategias que abarcan desde la planificación quirúrgica de las incisiones hasta las intervenciones posoperatorias conservadoras, como la aplicación de geles de silicona, masajes y terapia láser, y tratamientos avanzados destinados a las formas patológicas de cicatrización. Dado que los niños están en constante crecimiento y tienen una fisiología distinta de la de los adultos, la extrapolación de los tratamientos debe hacerse con precaución. En este artículo también se destaca que, a pesar de la escasez de literatura específica para pacientes pediátricos, muchos principios generales pueden adaptarse de manera segura a esta población. Métodos Se realizó una revisión narrativa mediante una búsqueda electrónica en las bases de datos PubMed, Google Scholar y UpToDate, centrada en las estrategias para el tratamiento de las cicatrices en pacientes pediátricos. Se utilizaron términos claves y combinaciones de palabras relacionadas con el tema. La búsqueda incluyó artículos publicados entre 2006 y 2024, y se seleccionaron estudios importantes acerca de cicatrices resultantes de cirugías, quemaduras y acné, con menor preferencia por las cicatrices de origen traumático. Se priorizaron ensayos clínicos aleatorizados, series de casos, revisiones sistemáticas, metanálisis y capítulos de libros electrónicos. Abordaje previo de la cicatriz La prevención de las cicatrices comienza en el quirófano, antes de que la herida se cierre. La planificación de la incisión es la piedra angular del tratamiento, incluso en contextos donde no se tiene control total sobre el sitio de la lesión, como en las laceraciones accidentales. Uno de los principios más importantes es evitar la tensión excesiva sobre la herida porque ésta se asocia con cicatrices hipertróficas o alargadas. Para ello, se recomienda efectuar las incisiones siguiendo las líneas de tensión cutánea en estado de relajación, ya que coinciden con la orientación natural de las fibras de colágeno y la dirección en la que se contraen los músculos. En el caso del cuero cabelludo, las incisiones deben hacerse con un ángulo inclinado, lo que permite que los folículos pilosos atraviesen la cicatriz, con lo cual se favorece su ocultamiento. En cuanto al cierre de la herida, es fundamental llevarlo a cabo de manera precoz y en diversos planos, comenzando por la dermis profunda. Esto facilita redistribuir la tensión y mejorar el alineamiento del colágeno. Las suturas absorbibles deben utilizarse en las capas profundas, mientras que las no absorbibles requieren un seguimiento estricto para evitar cicatrices puntiformes por retención prolongada. Se recomienda utilizar el calibre más fino posible que permita mantener el cierre sin comprometer la integridad de la herida. En el rostro, las suturas continuas subcuticulares ofrecen mejores resultados que las interrumpidas. Cicatrices inmaduras Las cicatrices inmaduras aparecen justo después del retiro de los puntos y representan una etapa crítica en el proceso de cicatrización. En esta etapa, las intervenciones tempranas pueden evitar la formación de cicatrices anormales. Dos pilares esenciales durante este período son la aplicación de productos a base de silicona y la realización de masajes sobre la cicatriz, ambos respaldados por una sólida evidencia. El gel y las láminas de silicona son la terapia tópica con mayor validación clínica. Su aplicación diaria, idealmente durante 12 horas, debe iniciarse entre 2 y 3 semanas después de la intervención quirúrgica, una vez epitalizada por completo la herida. La duración del tratamiento varía, con un mínimo que va de 2 a 6 meses. Se ha comprobado que estos productos reducen el volumen de la cicatriz, mejoran su elasticidad y evitan la progresión hacia cicatrices hipertróficas o queloides, con tasas de respuesta favorables en hasta el 100% de los casos. El masaje sobre las cicatrices se aconseja como tratamiento adyuvante y suele comenzar entre las 2 y 3 semanas después de la cirugía. Su eficacia se refleja en una mejora notable en la apariencia de la cicatriz en más del 90% de los pacientes, además de ofrecer beneficios psicológicos y disminuir la ansiedad tanto del niño como de su familia. Las recomendaciones sobre la duración y la frecuencia varían, pero se sugiere realizar masajes de 10 a 30 minutos, entre 2 veces por día y 2 veces por semana, por un período de al menos 6 semanas. Cuando la cicatriz persiste con eritema o engrosamiento, a pesar del uso de tratamientos tópicos, se recurre a la terapia con láser como una opción de tercera línea. Los láseres no ablativos son preferidos debido a su menor riesgo de efectos adversos, aunque suelen necesitar un mayor número de sesiones. Los láseres ablativos proporcionan una mejora más notable en la textura y el color de la cicatriz, y son seguros en los pacientes pediátricos siempre que se utilicen con criterios estrictos. Cicatrices maduras Las cicatrices que tienen más de un año de evolución, conocidas como cicatrices maduras, pueden presentar diversas características morfológicas según el tipo de lesión tisular, la respuesta inflamatoria individual y el tratamiento recibido. Su abordaje debe adaptarse de manera particular al subtipo que haya desarrollado el paciente. Los subtipos pueden ser atrofias, hiperpigmentación, cicatrices hipertróficas y queloides. Las cicatrices atróficas se caracterizan por una depresión cutánea secundaria a la pérdida de colágeno y matriz dérmica. Son frecuentes tras el acné y algunas intervenciones quirúrgicas. Su tratamiento se basa en estimular la síntesis de colágeno mediante modalidades como el láser fraccionado ablativo, las microagujas y la subcisión. El láser fraccionado induce una remodelación dérmica con eficacia probada, aunque puede requerir numerosas sesiones. El uso de microagujas ha ganado popularidad por su perfil de seguridad y facilidad de aplicación. La subcisión, que rompe las bandas fibrosas subyacentes, es especialmente útil en las cicatrices puntiformes. La hiperpigmentación que aparece tras los procesos inflamatorios es una complicación frecuente, sobre todo en las personas con fototipos altos. Puede presentarse junto con otros tipos de cicatrices y afectar de manera considerable la percepción estética. Las opciones terapéuticas incluyen los agentes despigmentantes tópicos como la hidroquinona, el ácido kójico y el ácido azelaico. La utilización de protectores solares es esencial para evitar la exacerbación del pigmento. Asimismo, los tratamientos con láseres, como el Q-switched y el láser fraccionado no ablativo, han sido eficaces para la reducción del pigmento, pero su uso debe ser cuidadoso en las pieles oscuras por el riesgo de provocar una hipopigmentación secundaria. Las cicatrices hipertróficas se presentan como lesiones elevadas, rojas y firmes, que permanecen confinadas al área original de la herida. Su tratamiento inicial incluye terapias tópicas, como láminas de silicona, seguidas por inyecciones intralesionales de corticosteroides, en especial la triamcinolona. Estas reducen la inflamación, la proliferación fibroblástica y la síntesis de colágeno. La infiltración debe ser mensual y puede combinarse con 5-fluorouracilo (5-FU) o toxina botulínica de tipo A para potenciar los efectos. Los láseres, en especial el láser de colorante pulsado (pulsed dye laser [PDL]), ayudan a disminuir el eritema y la altura de la cicatriz. En casos severos, se considera la resección quirúrgica, siempre combinada con terapias adyuvantes para reducir al mínimo las recidivas. Por último, los queloides se diferencian de las cicatrices hipertróficas por su crecimiento más allá de los límites de la herida original y su alta tasa de recurrencia. Son más frecuentes en los adolescentes y en ciertas localizaciones anatómicas como los lóbulos, los hombros y la parte superior del tórax. Las inyecciones de corticosteroides son la primera línea de tratamiento, pero su eficacia mejora cuando se combinan con cirugía de escisión, seguida inmediatamente de presoterapia, láminas de silicona o radioterapia superficial. En los pacientes refractarios, se ha ensayado el uso de interferón alfa, bleomicina y láseres fraccionados, con resultados variables. La educación del paciente es crucial para el seguimiento a largo plazo. Conclusiones El cuidado de las cicatrices en los niños tiene una repercusión significativa tanto en su salud física como en su bienestar emocional. Las cicatrices no sólo afectan la apariencia estética, también pueden influir en la autoestima y el desarrollo social del niño, en especial durante los primeros años de vida. Las intervenciones tempranas, como el uso de geles de silicona y los masajes específicos, son esenciales para mejorar los resultados en las cicatrices inmaduras. En cuanto a las cicatrices maduras, los tratamientos deben personalizarse según el tipo de cicatriz, con terapias combinadas que incluyan láser, corticosteroides y, en algunos casos, procedimientos quirúrgicos. Referencias Resumen objetivo elaborado por el Comité de Redacción Científica de SIIC sobre la base del artículo Scar Management in Pediatric Patients, de Barone S, Bo E, Bastidas N y colaboradores, integrantes de Temple University, Filadelfia; Northwell Health, Manhasset, EE.UU. El artículo original, compuesto por 19 páginas, fue editado por Medicina 61(4):1-19, Mar 2025.