Oriundo de un pequeño pueblo de Córdoba, Francisco Marcellino es el menor de ocho hermanos, hijo de un policía y de la directora de la escuela nacional de Los Cóndores. Desde joven, mostró una marcada vocación emprendedora. Siguiendo el mandato de su madre —“algo tenés que estudiar después del secundario”— ingresó en la Universidad Nacional de Ciencias Químicas para recibirse de farmacéutico, buscando una profesión que le asegurara estabilidad económica.
Su primera farmacia fue junto a su sobrina, en un pequeño garage con apenas una vitrina y un tensiómetro. Con el tiempo, abrió dos locales más en Villa María y luego se expandió a otras localidades. Hoy, con orgullo, cuenta 32 sucursales: “Una por cada año de trabajo”, afirma.
La primera farmacia, la original, comenzó con apenas 40 metros cuadrados —el mínimo exigido para su habilitación— y hoy se encuentra en una esquina estratégica, ampliada y aún bajo el nombre Marcellino. Las demás adoptaron el nombre Moderna, una pequeña empresa con buena reputación que adquirió hace 15 años.
“Mi primera farmacia la abrí con los ahorros que junté trabajando en el sur. Invertí en infraestructura, pero me quedó poco para comprar medicamentos. Entonces, con algo de astucia, armé la vitrina con cajitas vacías. Cuando un cliente pedía algo, le decía que se lo llevaba a su casa. Iba a la droguería, lo compraba y luego lo entregaba”, recuerda con picardía Pancho, como lo llaman quienes lo conocen de cerca.
A las puertas de sus 60 años, reflexiona sobre el camino recorrido. Agradece la buena suerte, pero también reconoce el papel clave de su espíritu emprendedor. Padre de Franco y Cecilia, hoy celebra haber incorporado a su hijo a la empresa, tras seis años viviendo en el exterior. “Su llegada me revitaliza. Me da ganas y fuerza para seguir adelante y hacer cosas nuevas”. Cecilia, por ahora, sigue en el exterior. Con respecto a futuros proyectos, agrega, “sé que hay que seguir apostando. La visión del hacedor está en no guardar la plata, sino en reinvertirla. A pesar de los vaivenes del país y los riesgos que eso implica, a la larga, trae sus frutos. En mi caso, la perseverancia y la constancia fueron claves. No desviarse del objetivo es lo que siempre me mantuvo a flote. La pasión con la que uno hace las cosas es fundamental.”
¿Cómo ve la industria farmacéutica?
“La experiencia del e-commerce en Villa María está en transición. Es una ciudad chica, donde la gente todavía valora el contacto con la misma persona. Habrá cambios en la farmacia, pero el medicamento como bien social se va a mantener, incluso en medio de las crisis. La farmacia como oficina de medicamentos va a perdurar. En nuestro país, creo que nos parecemos más al modelo europeo que al americano.”