La aparición brusca de la COVID-19 obligó al mundo a cambiar su rutina de manera repentina. Cómo afecta al organismo y las emociones una amenaza.
La pandemia y la necesidad de aislarnos socialmente
alteró nuestras vidas y, con ello, las coordenadas de
espacio y tiempo. El espacio público, laboral y social
se trasladó al espacio familiar provocando sensaciones de encierro y avasallamiento. Se han desorganizado la
rutina diaria, los hábitos y el tiempo de producción activa.
Por un tiempo, dejamos de ir a la oficina y de viajar en trans
porte público, nuestros hijos e hijas tienen más clases frente a una pantalla que de forma presencial, tenemos menos
reuniones sociales y disminuimos la actividad física. Son
factores que afectan nuestro bienestar tanto físico como
psíquico porque somos seres sociales y nos necesitamos
en los vínculos para ser plenos.
Desde la psiquiatría y la psicología se plantea la necesidad
de hablar de un “distanciamiento físico”, no social. Para
Ignacio Brusco, director del Departamento de Psiquiatría y
Salud Mental de la Facultad de Medicina, de la Universidad
de Buenos Aires (UBA), “lo social debe estar más que nunca
acentuado desde el punto de vista de buscar las metodo
logías sociales para que no se pierda la cuestión de interacción intrasubjetiva. Hay que buscar metodologías para
comunicarse más”.
LOS NIÑOS TAMBIÉN PADECEN EL AISLAMIENTO
A principios de este año, Unicef publicó un estudio realizado durante los meses de septiembre 2020 y febrero 2021
sobre los efectos en la salud mental de niños, niñas y adolescentes por COVID 19. Después de darle la palabra a 780
niños, niñas y adolescentes arribaron a la siguiente conclusión: “Las transformaciones de la cotidianeidad de NNyA
impactaron sobre sus lazos sociales (vínculos con la familia, los pares y otros adultos), las posibilidades de esparcimiento
y salidas, la escolaridad, así como su desarrollo y su progresiva conquista de autonomía. Todo sucedió, además, en un
marco de incertidumbre donde una amplia mayoría de las familias y los agentes socializadores responsables se hallaban
también afectados por la pandemia”.
Irene Tozzola, docente, psicopedagoga y directora de la carrera de Psicodrama en el Centro de Altos Estudios en Psicología Social (Caeps), coincide en que el distanciamiento
necesario para cuidarnos y cuidar a los otros requiere de
distanciamiento físico, pero no emocional, vincular y relacional. “Desde el psicodrama entendemos el cuerpo como
territorio, como espacio propio donde está tramado lo que
pasa con las emociones, los pensamientos y las historias.
Desde lo emocional, al tener menos contacto social, tenemos menos posibilidad del abrazo, del beso, y vamos sin
tiendo emociones que no tienen desahogo”. El COVID-19
genera una amenaza que nos compromete física, psíquica
y emocionalmente a las personas.
El cuerpo somático
La pandemia ha generado mayores ansiedades y angustias,
ataques de pánico y estados depresivos; además de tras
tornos de la conducta alimentaria, el sueño y la memoria,
y en algunos casos, mayor consumo de alcohol y de sustancias estimulantes. “Me duele todo el cuerpo” es una de
las expresiones que más escuchamos. ¿Pero qué es lo que
duele? El “cuerpo somático” parece convertirse en el escenario de lo que no puede ser nombrado de otra manera.
El cuerpo es el territorio donde se manifiesta todo lo que
pasa afuera. “Tanto la tristeza como la bronca, el miedo y
hasta la alegría, repercuten en el cuerpo. Hay que trabajarlo
porque lo que queda adentro nos termina enfermando, nos
altera el equilibrio del cuerpo como seres psicobiosociales”,
asegura Tozzola.
¿Cómo se manifiesta esto en el cuerpo? Reflexiona al res
pecto Susana Gentilcore, terapeuta en reflexología holística,
especializada en embarazo y crianza, con más de 20 años
de trabajo en el equipo de preparto del Hospital Italiano.
“Este es un momento donde el afuera es hostil, trae peligro
y genera miedo. Dicho estímulo externo provoca una res
puesta química de aceleración interna. Debemos quedarnos
adentro, guardarnos, por lo tanto deviene la ansiedad. En
lo corporal, a nivel muscular, hay tensión; a nivel articular,
hay rigidez. Esto trae dolor y se retroalimenta en angustia y
desesperanza”.
Amplía Gentilcore: “Debido a la íntima relación funcional
entre el sistema nervioso y endocrino, a través de las hormonas, dicho circuito se regenera una y otra vez, manifes
tándose químicamente, reverberando emocionalmente, lo
cual podría provocar depresión del sistema inmune. Puede
generar ansiedad, hipertensión o angustia, bruscos cambios
de ánimo y hasta trastornos de sueño”.
Recursos para ganar en bienestar
“Si todo afuera es riesgo, y estamos adentro pero ansiosos
y acelerados, es necesario generar climas de bienestar y
calma. Innumerables recursos estimulan la secreción de
hormonas y traen bienestar, provocando emociones placenteras. Es necesario tener una alimentación equilibrada y
saludable, practicar una respiración consciente, incluir una
caminata diaria en ámbito natural, generar espacios de cal
ma en la propia casa, buscar música agradable y conectar
con la vibración del sonido y de los colores despertando los
sentidos”, recomienda Gentilcore.
“Los medios de comunicación apuntan a asustar, a tener
miedo. Eso no es bueno para el cuerpo y la sociedad. El mie
do no sirve, nos enferma, nos paraliza, tensiona, imposibilita
resolver las situaciones. Hay que trabajar más el cuidado,
para no exponernos y exponer al otro. Es importante la con
ciencia de la propia salud, el cuidado del cuerpo y el registro
de cómo estamos, así como aprender a habitarnos dentro
del cuerpo y ese cuerpo dentro de ese lugar”, suma Tozzola.
Caminar, tomar baños de sol, disfrutar los espacios al aire
libre son algunas de las actividades que debemos priorizar
a la hora de buscar recuperar algo del bienestar que se ve
amenazado en una pandemia. “Aconsejamos generar procsos de fluidez, procesos de reposo psíquicos: yoga, medita
ción trascendental, caminar sin pensar en nada, jugar juegos
que nos agraden”, explica Brusco.
“La forma de compensar la hiperactividad del pensamiento
es a través de la conexión con la naturaleza, con la contemplación de la belleza”, como lo propone la terapia japonesa
Johrei, dice Gentilcore. “Contemplar la belleza de una rama o
una flor nos conecta con la perfección, con la armonía de la
naturaleza, por eso resulta fundamental contemplarla”.
Lo que nos amenaza de la puerta para afuera es la muerte.
La pérdida de la propia vida o de personas cercanas. Hay
una conciencia del propio cuidado que antes de la pandemia
tal vez no teníamos de forma colectiva. Pero -advierte Tozzola- “el miedo no sirve, nos enferma, nos paraliza, tensiona,
imposibilita resolver las situaciones, hay que trabajar más el
cuidado para no exponerse ni exponer al otro”. sos de fluidez, procesos de reposo psíquicos: yoga, meditación trascendental, caminar sin pensar en nada, jugar juegos
que nos agraden”, explica Brusco.
“La forma de compensar la hiperactividad del pensamiento
es a través de la conexión con la naturaleza, con la contemplación de la belleza”, como lo propone la terapia japonesa
Johrei, dice Gentilcore. “Contemplar la belleza de una rama o
una flor nos conecta con la perfección, con la armonía de la
naturaleza, por eso resulta fundamental contemplarla”.
Lo que nos amenaza de la puerta para afuera es la muerte.
La pérdida de la propia vida o de personas cercanas. Hay
una conciencia del propio cuidado que antes de la pandemia
tal vez no teníamos de forma colectiva. Pero -advierte Tozzola- “el miedo no sirve, nos enferma, nos paraliza, tensiona,
imposibilita resolver las situaciones, hay que trabajar más el
cuidado para no exponerse ni exponer al otro”.