En la provincia de Buenos Aires se sancionó una ley que dispone que en todo hospital de niños bonaerense debe haber un clown especializado
Día a día, los payasos de hospital llevan alegría y contención a los pacientes internados. Con sus propuestas lúdicas, recuperan las sonrisas, hacen olvidar por un rato los miedos y dolores para abrir nuevos caminos hacia la recuperación. Los efectos positivos de esta labor son cada vez más reconocidos y por ello en la provincia de Buenos Aires se sancionó una ley que dispone que en todo hospital de niños bonaerense debe haber un clown especializado.
“La doctora nos pidió que fuéramos a ver a Leonardo, un nene de 11 años que casi no hablaba y estaba enojado. Leonardo se sorprendió cuando entramos a su habitación, pero no nos dijo nada. Como el cuarto estaba en penumbras, proyectamos en la pared unas luces que teníamos con formas de animales y de aviones. La mamá accedió a manejar uno de los animales, Leonardo comenzó a escuchar la historia que relatábamos y observaba las figuras con mucha atención. En plena narración le pasamos un animal que entraba en escena; él compenetrado en la trama, interactuó enseguida e incluso le puso una voz rara a su personaje. La historia se volvió tan graciosa que justo cuando entró la médica estábamos todos a pura risa. Ella nos miró, nos guiñó un ojo y siguió adelante con su tarea”, recuerda Alejandra Noemí Martínez, empleada administrativa y payasa de hospital por vocación. Así como Leonardo pudo recuperar la alegría, a diario cientos de niños internados en diferentes hospitales del país recuperan la infancia arrebatada por la enfermedad y la estancia en el hospital se ilumina. “La combinación de la asistencia médica con el valor terapéutico del clown, a través del juego, la música y el arte, permiten conectar al niño con su poder creativo recuperando su mundo mientras se encuentra en el establecimiento”, comenta la Dra. Rosana Chiabrando, Jefe de Servicio de Pediatría y Terapias Intensiva e Intermedia Pediátrica Sanatorio Franchin.
Con sus muchos colores, los payasos de hospital desfilan con alegría, interactúan con pacientes, familiares, médicos, enfermeras y toda persona que se les cruce en una sala de espera. Llevan a cabo su labor con entrega y humildad, como un puente de arcoíris que embelesa con su aparición y deja estelas de dicha en los corazones. Puente Clown, Payamédicos, Alegría Intensiva, Hospi Payasos, Alegrañatas, son algunas de las asociaciones argentinas que agrupan a estas personas dispuestas a llevar humor a quienes más lo necesitan.
LOS INICIOS |
Quien comenzó a llevar alegría y color a los hospitales es el doctor Doherty Hunter “Patch” Adams, aquel gran hombre inmortalizado en la película protagonizada por Robin Williams en 1998. Convencido de que lo más curativo es el amor, el humor y la creatividad, desde que era estudiante de medicina, allá por los años setenta, visitaba pacientes internados con su nariz roja de payaso, juguetes en los bolsillos y ocurrencias a flor de piel. Resistido por la mayoría de sus colegas al principio, aplaudido y muy querido después, “Patch” es considerado el inventor de “la terapia de la risa” y cada año viaja por distintos países para aportar humor y diversión a huérfanos y pacientes. |
El primer grupo de payasos de hospital fue creado en Estados Unidos por Michael Christensen, un clown profesional cofundador y director del “Big Apple Circus” de New York. Su incursión en estas instituciones de salud comenzó de casualidad, cuando en 1986 lo convocaron para entretener a los niños en un evento del Presbyterian Morgan Stanley Children's Hospital en New York. Luego de esta experiencia, ese mismo año fundó el “Clowns Care Unit”, primer programa de payasos profesionales entrenados especialmente para llevar alegría a los niños internados. |
La risa es contagiosa; rápidamente esta práctica fue replicada en Europa primero y en Latinoamérica, después. En Israel posee formación académica universitaria, en la Universidad de Haifa, se dicta la carrera de Payaso de Hospital. |
FÁBRICA DE ENDORFINAS
Jugar, reír y pasar un momento agradable aumenta los niveles de endorfinas, opiáceos naturales que produce nuestro cuerpo y que, entre otras cosas, reducen la sensación de dolor y potencian las funciones del sistema inmunitario. Al ayudar a disminuir el nivel de drama, el clown de hospital favorece a crear el ambiente para que la curación suceda. “Así como los doctores escogen fármacos o ciertos tratamientos, yo recolecto ideas que me ayudan a abordar el sufrimiento de los otros. Sé que el humor y el amor son los grandes maestros, y la curiosidad, la poesía y la música, los coadyuvantes de aquellos”, cuenta el Dr. Doherty “Patch” Adams, aquel que irrumpió en hospitales con una nariz roja y acciones bufonescas en la década del setenta y abrió las puertas a la risa en los nosocomios del mundo entero. En efecto, poco a poco, su ejemplo se multiplica y aquella clásica foto de la enfermera solicitando silencio, queda cada vez más relegada por música y colores. “Trabajar con ellos no es sólo un beneficio para la salud, sino que es pura transformación, porque nuestras actitudes y emociones modifican nuestra fisiología, biología, nuestra expresión genética”, escribe Marcela Corin, médica pediatra, Jefa del CeSAC N° 24 de CABA, en el prólogo del libro “Payasos de hospital. Historias de Encuentros”, de Andrea Romero, Liliana Méndez, María Marta Bianco, Vanesa Castro Arata y Verónica Macedo.
Pero el camino no siempre fue llano: “en los servicios, a veces, nos costaba abordar a los profesionales. A lo mejor pensaban que la seriedad era lo que daba garantía de eficacia. La resistencia se fue transformando a medida que nos vieron trabajar con responsabilidad y compromiso. Al ver el cambio positivo en los pacientes, empezaron a transformar su mirada hacia nosotros”, recuerda Marcelo Frutos, payaso de hospital desde 2008.
Hay médicos que agregan la palabra clown a su currículum, como el pediatra Gabriel Santangelo: “creo que si uno le da una mano con un poco de amor payaso a alguien que tiene dolor, pone su granito de arena para que la situación se mitigue o se transite mejor”.
ANTE LA LEY
Sancionada en mayo de 2015 por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires y promulgada en agosto, la ley de Payasos de hospital dice que “cada servicio de terapia pediátrica deberá contar con un servicio de especialistas en el arte de clown o payasos hospitalarios”. En el artículo 2 señala que “se entenderá por payaso de hospital aquella persona especialista en el arte de clown que de acuerdo a la Autoridad de Aplicación reúna las condiciones y requisitos para el desarrollo de su tarea en los hospitales públicos provinciales y/o municipales”. La norma aclara que los clowns hospitalarios prestarán un servicio social y que percibirán honorarios como cualquier trabajador formal.
Si bien la gran mayoría de los que realizan esta tarea recibieron la ley con alegría ya que esto implica un importante reconocimiento a la labor terapéutica que practican, también hacen hincapié en que debe ser muy cuidada su reglamentación. “Estamos expectantes de su regulación y a disposición para el asesoramiento de quien lo disponga. Más allá de las particularidades que cada organización de payasos de hospital haya desarrollado, me parece fundamental la formación de los mismos. Un payaso de hospital debe estar preparado no sólo en artes escénicas, clown y demás sino también en la adaptación de este arte al medio sanitario; eso implica conocimientos básicos de bioseguridad y de los concomitantes emocionales que se ponen en juego en toda hospitalización, tanto de los pacientes como sus familiares, sin dejar de lado al equipo de salud”, opina la psicóloga Andrea Romero, especialista en Clínica Infanto Juvenil, cofundadora de Payamédicos Asociación Civil y pionera de este abordaje en la Argentina.
CORDURA PARA DIVERTIR
“Si hay algo molesto, aburrido y tedioso es ponerse la máscara para hacerse nebulizaciones por larguísimos minutos. ¿La solución? Convertir la zona del hospital destinada a nebulizaciones en un estudio de grabación. Las máscaras se transformaron en coloridos micrófonos y los payasos jugamos a ser famosos cantantes preparando un CD. Nos pusimos las máscaras y empezamos a cantar. Las caras de los niños fueron cambiando del enojo a la complicidad lúdica, fue cediendo el llanto, se dejaban colocar las máscaras y todos cantamos alegremente en un gran coro. Resultado: nebulizaciones efectivas, y fundamentalmente niños y padres, aprendiendo juntos otra modalidad de realizar este procedimiento”, recuerda la psicóloga Vanesa Castro Arata, Doctora Jazmín y colaboradora de Directorio de Laboratorios Andrómaco. Para poder transformar los equipos médicos en micrófonos, animales o flores, y la angustia de los pacientes en sonrisas o por lo menos tranquilidad, se requiere imaginación pero también práctica y estudio. Quienes se dedican a esto recibieron formación técnica de clown y son capacitados en adecuación al sistema hospitalario, psicología, teoría del juego y normas de bioseguridad, entre otras.
Jamás actúan por imposición. Siempre se solicita un consentimiento previo del paciente o de la persona que esté a cargo de él y alcanzará la complicidad de una sonrisa para autorizar la visita. Antes de intervenir reciben información de los pacientes a través del personal de salud, luego realizan un registro escrito sobre su participación y son supervisados por psicólogos o psiquiatras con experiencia clínica. Ser payaso es cosa seria.
VANESA, DRA. JAZMÍN |
Una vez por semana, Vanesa Castro Arata se ponía su nariz roja y sus anteojos rosas para convertirse en la Dra. Jazmín en la Maternidad del Hospital Álvarez. En estos espacios la dinámica consiste en construir y/o afianzar puentes entre la mamá y el bebé, fundamentalmente en los casos donde los recién nacidos permanecen en neonatología. Se fortalece el vínculo entre familiares e incluso se arman redes entre las mamás que están internadas junto a sus hijos para que puedan sentirse mejor y apoyarse mutuamente. |

Por esas raras cuestiones del destino, al tiempo de nacer su hija, a Vanesa le tocó ser una de esas mamás a las que la Dra. Jazmín visitaba semanalmente. Su beba fue paciente de neonatología. “En la institución en la que estuvo internada mi beba no había payasos, y la verdad es que me hubiera encantado cruzarme con algunos de ellos, porque en esos momentos necesitás que te apuntalen, que te alivianen la preocupación. Yo sentí a Jazmín conmigo cuando me encontré tejiendo redes con otras mamás, hacíamos ceremonias de ingreso a la neo como hacen los payasos al momento de vestirse para acceder a la sala. Construimos una trama de cuidados y amor donde todas nos sosteníamos entre sí. Todavía hoy sigo en contacto con algunas de ellas”.
La “Dra. Jazmín” dejó de visitar hospitales por un tiempo. Mientras disfruta de su maternidad, Vanesa supervisa payasos en una Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica.
Editorial Conexión. Alegría en la internación Revista Conexión Andrómaco N°28; 8-11; (2015)
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