“Gorda”, “feo”, “negro”, son algunas de las palabras que se pueden convertir en insultos en las conversaciones de niños y adolescentes cuando se pelean entre ellos y se quieren herir. Pero, ¿qué pasa cuando deja de ser un caso efí- mero y aislado para volverse algo constante y reiterativo hacia una persona en particular? La palabra bullying es un término anglosajón que hace referencia al hostigamiento entre niños y adolescentes, también conocido como acoso escolar. Desde hace años se viven este tipo de situaciones, pero antes se les restaba importancia, sin considerar el sufrimiento y las consecuencias que podrían tener quienes lo padecían.
Sus características son: intencionalidad en la agresión; desequilibrio de poder entre víctima y victimario, entendido como desigualdad física, social, o psicológica; y por último, la repetición, siendo una conducta sistemática y persistente a lo largo del tiempo, a diferencia de la violencia escolar, que es ocasional y circunstancial. Existen varios tipos: el físico, el verbal y el social, donde un determinado grupo aísla y discrimina a un individuo en particular.
Para que se desarrolle bullying se necesita más que una víctima y un agresor, también participan colaboradores directos que incitan al victimario y espectadores que permanecen pasivos y no toman cartas en el asunto. Sin algunos de ellos, esta modalidad pierde efecto. Por esta razón, todos somos responsables para terminar con estos hábitos dañinos.
Este tipo de acoso afecta la conducta de la víctima en un corto plazo: genera baja autoestima, disminuye el rendimiento académico, afecta el sueño, da fobia a la escuela y suscita dificultad a relacionarse con el otro. Estos comportamientos dañan el clima social-emocional de la familia, entre sus pares y en el colegio.
“Creo que el bullying ahora despierta más sensibilidad, y la sociedad comenzó a condenar ciertas actitudes violentas entre pares”, comenta Candelaria Irazusta, psicóloga (Matricula Nacional N° 49413) y agrega: “lo importante es tener una mirada preventiva, no esperar a que ocurran hechos de violencia extremos para actuar. Hay que concientizar a toda la comunidad educativa y a la sociedad en general”. En 2010, Candelaria fundó, junto a varias profesionales del área de la salud, el Equipo Anti Bullying (www.equipoaba.com.ar), donde hoy se desempeña como Directora General. El ABA brinda capacitación docente, asesoramiento institucional y orientación a padres y chicos. Ella destaca que la violencia es una conducta aprendida que puede desaprenderse. Los niños copian modelos de los adultos y de los medios de comunicación, por lo tanto, es importante que se los guíe en el crecimiento. A su vez, tanto padres como maestros, deben crear canales de comunicación efectivos para evitar la indefensión aprendida, uno de los patrones comunes que tienen los que han sufrido bullying, es decir, aprenden que la mejor solución al problema es no hacer nada o quedarse callados.
EL ROL DE LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS
La escuela debe trabajar, en primer lugar, la idea de igualdad y democracia dentro del aula para lograr prevenir y desterrar aquellas actitudes perjudiciales, logrando recuperar su rol fundamental de espacio de aprendizaje, donde se proteja a sus alumnos.
“Los casos de violencia y de bullying van en aumento porque se ha roto el tejido social; si los chicos insultan a los padres o son insultados en la casa, creen que eso es normal y lo repiten, ya que los chicos tienen un juicio moral dependiente hasta los 12 años, es decir, copian los modelos de sus adultos. En la escuela donde yo estaba se trabajaba mucho la integración, porque tení- amos chicos de distintas clases sociales y lugares geográficos y había mucha discriminación”, explica María Rosa Pignataro, ex directora de la escuela N° 68, de Don Orione, Provincia de Buenos Aires.
Por otra parte, señala que es esencial la capacitación docente, dado que en muchos casos apunta más a lo teórico que a lo práctico. Hay que tener un ojo muy crítico y observar mucho a los chicos, ya que tal vez aquel que no molesta y está tranquilo es el que más conflictos tiene. Una de las principales fallas que tienen los docentes es la falta de capacidad de detección, debido a que muchos chicos no expresan el problema de manera directa, sino que lo somatizan.
Para que la escuela pueda prevenir estos casos debe tener un programa dentro de la currícula donde se debatan los temas de convivencia, buscando maneras didácticas a través de juegos, películas o cuentos que se centren en el reconocimiento de las diferencias y de la igualdad de derechos. Además, debe condenar cualquier acto de discriminación y aplicar sanciones a los que hagan bullying, que en la mayoría de los casos son personas que tienden a ser desobedientes.
“Mi escuela tiene la particularidad de ser de jornada completa, por esa razón es mucho más fácil advertir cambios en los chicos. Para vencer a la violencia entre pares realizamos los llamados consejos de grado, donde todos exponen sus problemas de convivencia con la mediación de las maestras”, cuenta Silvia Salvador, directora de la Escuela N° 13 - Distrito N° 4, “República de Chile”, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sobre el método que utilizan, agrega: “los involucramos de manera profunda, para hacerlos reflexionar sobre las cosas que les pasan. Lo fundamental es observarlos, no como un policía, sino creando métodos eficaces de comunicación, porque la mayoría de los conflictos pasan por falta de comunicación”.
CIBERBULLYING
Una de las modalidades de acoso que ha crecido en los últimos años es aquel que se realiza a través de las redes sociales o páginas de Internet, donde los agresores se esconden detrás de perfiles anónimos y tienen vía libre para hostigar a las víctimas sin ser reconocidos. También, están aquellos que muestran con orgullo las agresiones realizadas a través de videos o fotos subidas a la red, que se viralizan entre los compañeros de clase y del colegio. Muchos de ellos hasta han llegado a varios medios de comunicación que se han hecho eco del tema, sorprendiendo a padres y docentes que antes permanecían ciegos ante estas situaciones.
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MARCO LEGAL
En septiembre de 2013, la Cámara de Diputados aprobó la Ley N° 26.892, para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas, a partir de un proyecto de la diputada Mara Brawer.
La ley establece pautas de prevención, promoción e investigación para el tratamiento de los conflictos dentro de las instituciones educativas a nivel nacional, creando instancias de negociación entre todos los actores y la creación de una línea gratuita para atender a las víctimas. La misma apunta a tratar al acoso escolar no como un problema individual sino como parte de un conflicto colectivo que afecta a toda la institución.
EN PRIMERA PERSONA
Cintia Acerbis tiene 21 años y es estudiante de psicología. Desde muy chica sufrió del abuso de sus compañeros de clase, con los que compartió la mayoría del tiempo de su niñez y adolescencia. Por desgracia, cuando ella era más chica, no se hablaba del tema bullying, se lo minimizaba, se acusaba a la víctima de tener problemas de adaptación. Hace casi dos años, Cintia se encontró con una amiga que le contó que estaba padeciendo los mismos problemas que tenía ella en la secundaria. Lejos de angustiarse por el mal recuerdo, juntó todas las fuerzas que la caracterizan y decidió hacer algo: creó el grupo: “No + Bullying”, integrado por chicos menores de 25 años. El objetivo principal es concientizar a la sociedad de la gravedad de este fenómeno y crear un espacio de contención para aquellos que lo padecen o padecieron.
Con anclaje en la Ciudad de Buenos Aires, el grupo organiza reuniones mensuales para reforzar esos lazos que ya habían creado a través de las redes sociales. Todos los días reciben mensajes de chicos que han padecido o están padeciendo este tipo de acoso. La página de facebook es: “facebook.com/StopBullyingArgentina”.
“Nosotros intentamos ayudarlos como podemos, escuchándolos. Además, tenemos una lista de psicólogos que atienden gratuitamente en caso que quieran acudir a un profesional”, comenta Cintia y cuenta su historia. “A mí me costó contarle a mis papás las cosas que me pasaban, intentaba justificar a mis compañeros tratándolos de inmaduros, recién en la secundaria empecé a hablar. Ellos querían ir a hablar al colegio, pero a mí me daba mucha vergüenza y miedo, por esa razón remarco la importancia de hacerle perder el miedo a los chicos y hay que desterrar la idea de los grupos vulnerables, cualquier chico puede sufrirlo”.
Ella recuerda que sus padres intentaron comunicarse con los padres de sus agresores y muchos negaban que sus hijos pudieran tener esas actitudes. Cuando los adultos no se hacen cargo del problema es más difícil que los chicos tomen conciencia y reflexionen. Deben enseñarles a sus hijos, desde muy pequeños, a no agredir al otro. “Si uno no crea ese hábito es muy probable que el chico lo repita de grande. A mí me pasó de tener una compañera que desde jardín me apartaba de los juegos y siguió molestándome hasta terminar la secundaria”, explica Cintia.
En la actualidad, se observa una falta de respeto por el otro, no sólo de los chicos entre ellos, sino con los maestros, de los maestros con los chicos y de los padres contra los maestros, donde los valores están puestos en jaque y la violencia no hace diferencia entre escalas socioeconómicas o ámbitos públicos o privados.
La tarea principal de los adultos es la prevención, mediante un trabajo integral con todos los actores de la institución educativa: profesores, directivos, alumnos, la familia, el personal no docente, etc., y sobre todo repensar los canales de comunicación con los menores, observando que vivimos en un momento histórico donde se puede hablar de cualquier tema.
Con la colaboración de Noelia Soledad Gómez
Laura Haimovichi; El bullying no es un juego de niños Revista Conexión Andrómaco N°24; 9-11; (2014)
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