En la localidad de Pilar, un médico de familia y su equipo realizan una tarea silenciosa que merece darse a conocer. Comenzaron a trabajar en 2007, cuando tuvieron una idea que se transformó rápidamente en un proyecto sólido y sin fisuras. La convicción fue grande desde el principio y entusiasmados con la misión de acompañar a personas de bajos recursos en el último tramo de la vida, convocaron a profesionales de distintas disciplinas y voluntarios.
Matías Najún, médico especialista en cuidados paliativos es el Director del Hospice Buen Samaritano. Hombre de fe y ciencia, padre de familia, es portador de una mirada que refleja la claridad de la misión que se ha propuesto en esta etapa de su vida. Ojos que advirtieron la necesidad de la gente desde los tiempos jóvenes en que iba a misionar al norte del país, realizando no solo una tarea pastoral sino también de médico asistencial. Esos viajes marcaron su vida y despertaron su necesidad de humanizar la medicina, de unir la fe a la ciencia y de otorgarle el máximo profesionalismo y amor a los más pobres. Descubrir esa realidad lo llevó durante varios años a prestar servicios en forma gratuita en el Hospice San Camilo, en la localidad de Olivos, Provincia de Buenos Aires. Se llama “hospice” a las instituciones que se dedican a la atención de enfermos terminales, que evocan un ideal y una filosofía de cuidado que implica acompañarlo competente y compasivamente. El acercamiento a ese modelo lo motivó a replicar la idea en la zona de Pilar.
Los comienzos de la obra
“Tenía claro que hay cosas que yo sé hacer y otras que no; y que era necesario rodearse de profesionales idóneos. Además, tenía la firme convicción de que era un proyecto que me iba a trascender. Iba a ocurrir más allá de mí y de la gente que me rodeaba. Lo pensaba desde mi fe. Hablé, entonces, con un amigo que es un estratega, una persona de empresa, hablé con Verónica López que es médica y a quien conozco desde que misionábamos al norte, y fuimos rezando y pensando a quiénes íbamos a convocar. De esos encuentros surgieron un abogado, un contador, otros colaboradores y los voluntarios”. Después de un año de trabajo meticuloso y de bajar a los papeles el proyecto, con todos los detalles posibles, el grupo que se había formado salió a buscar la casa para concretar el Hospice. “Salimos a dar vueltas en el auto por Escobar”. Sabían la zona que querían para la casa y tenían muy en claro que buscaban un lugar seguro de fácil acceso. “Pensábamos en las enfermeras que viajan en colectivo y que tienen que caminar”. Buscaron hasta que alguien enterado del proyecto les contó que existía una casa en Pilar que podía constituirse en el lugar elegido. El Dr. Matías Najún cuenta que la sensación que les provocó conocer la casa fue muy fuerte de entrada. “Era oscura y estaba destruida, pero le vimos potencial. Junto con los que participaron de la búsqueda soñamos muchos de los lugares que hoy tiene el Hospice. A un lado el lavadero, por el otro la capilla, los árboles en todo el jardín, y un quincho. La casa necesitó un año de obra. “La arquitecta hizo un buen trabajo”, agrega el Dr. Najún.
El Primer Huésped
En el Hospice no se habla de pacientes o casos, se habla de huéspedes y esto responde a la filosofía que persigue que se centra en la persona, en los cuidados paliativos que se le brinda para mejorar su estado general y en el acompañamiento. Al año de haber adquirido la casa, cuando todo estaba preparado llegó el primer huésped. El Dr. Matías Najún evoca emocionado ese momento. Cuenta que Roque vino derivado del Hospital de Vicente López después del mediodía. Llegó a la casa, fue recibido por los voluntarios que lo acompañaron a su Gente en acción cuarto y eligió dormir una siesta. A la hora del té, se sentó a tomar una infusión con medialunas calentitas y cuando el Dr. Najún le preguntó cómo se sentía, respondió “familiarmente”. Se hizo evidente en las palabras de esa charla la gratitud que sentía Roque por el cuidado que estaba entregado a recibir hasta el final. En ese instante, Matías sintió que se había hecho realidad el proyecto que había gestado junto al equipo con tanto ahínco. “Él vivió un par de días más y nos dejó una de las fotos más lindas que tenemos. Es una imagen en donde se lo ve de la mano de Patricia, una voluntaria, atravesando la puerta del Hospice que para mí siempre evoca pasar el umbral. Lo acompañamos hasta que pasó esa puerta”, se emociona el doctor. Luego llegó Adriana y desde ese momento han transitado más de ochenta personas. Gran parte de los Hospitales municipales y provinciales tienen algún conocimiento sobre cuidados paliativos y se contactan con ellos cuando detectan a un enfermo terminal que está listo para irse, pero no tiene a dónde o una familia que lo pueda acompañar en ese momento. Por otra parte, los integrantes del Hospice trabajan en la difusión del proyecto para que los agentes de salud o asistentes sociales sepan que están a disposición para ayudar.
El plato fuerte: el voluntariado
Este programa es posible y sustentable gracias al aporte de los 120 voluntarios. El modelo está pensado en base a la labor insustituible de ellos. No todos trabajan en contacto directo con los huéspedes. Algunos realizan actividades en la casa, otros son responsables de la difusión y de la búsqueda de los aportes para mantener el Hospice. Los que trabajan en la casa, tienen tareas específicas que van desde el lavadero, a la cocina, los talleres de oficios, el acompañamiento espiritual, los paseos, etc. “En cualquier caso, lo que le da el voluntariado a la casa día a día es incomparable. Hay algo en el servicio gratuito, en el trabajo y apoyo aportado desde el corazón que es invisiblemente terapéutico en el enfermo”. De hecho, cuenta el Dr. Najún que muchos huéspedes necesitan menos medicación para el dolor al tiempo de estar hospedados y atribuye ese fenómeno al acompañamiento amoroso de los voluntarios. El ingreso de un voluntario es muy ordenado. Desde el primer momento, se le informa cómo funciona la institución, qué tareas se hacen, cómo se recauda la plata y cuál es el programa pastoral. Los voluntarios son parte de una comunidad que se vincula no solo desde el trabajo sino también desde lo personal y espiritual. Ese concepto agranda la visión de solidaridad y unidad por un objetivo. “Hay un tema religioso que genera un clima muy particular, en los espacios de oración, en las celebraciones que hay y desde el cómo se atiende a los enfermos. Eso conmueve y los voluntarios no se quieren ir, por el contrario, se van sumando” afirma el Dr. Matías Najún. “Somos muy cuidadosos de nuestros voluntarios y de nuestros enfermeros también”. El Dr. Najún sostiene que los enfermeros son claves para el Hospice. Tanto desde la preparación profesional en cuidados paliativos como desde lo emocional que viven día a día. Ellos son los que están permanentemente “en las trincheras”. Son trincheras sensibles y agotadoras, porque ellos están siempre al frente de la situación y son los que lideran los últimos momentos. En el Hospice hay enfermería permanente, que desde hace tiempo estabas distanciado”. La solución de esos conflictos es parte de una despedida serena. El proceso de comunicación que se genera en la casa, más los signos de la enfermedad que avanza, necesariamente hacen brotar esos temas que son existenciales. “A veces notamos que ellos no descansan bien. Y no es porque sientan dolor, sino porque hay algo que los inquieta. Tal fue el caso de Ivana. Yo creo que gran parte de su inquietud era con quién iban a quedarse sus nueve hijos. En ese caso trabajamos junto a la asistente social del Hospital de dónde ella nos fue derivada”, cuenta el Dr. Najún. Lo cierto es que todos los jueves, los coordinadores de área se juntan y vuelcan sobre la mesa los temas o problemas que detectan en los huéspedes y se plantean cómo resolverlos para que estén más aliviados. “Una vez detectamos que una mamá estaba muy inquieta. A través del acompañamiento y la escucha nos dimos cuenta que el cumpleaños de tres años de su hijita era en menos de una semana. Esa mamá lo único que quería era festejar junto a su hija. Logramos armar el cumpleaños en el Hospice y esa mamá se relajó”. El ambiente en el cual se encuentran desde que llegan al Hospice muchas veces les da la fuerza para enfrentar temas pendientes. “Patricia vino del Hospital de Malvinas Argentinas. En el hospital estaba en sillas de ruedas y tenía diez días de vida las veinticuatro horas de los siete días de la semana, con voluntarios que acompañan durante la noche. Las hermanas de la Sociedad de María viven en Pilar, están involucradas en el proyecto desde el inicio y son las que se quedan junto a los agentes de la salud en las noches. También los voluntarios que provienen de la Sociedad de San Juan. Las noches son especiales en el Hospice. Hay más silencio, más soledad, son noches largas y el apoyo no solo es un gesto de compañerismo hacia los profesionales sino que es un espacio de acompañamiento junto al huésped desde la oración. Cómo es trabajar para la etapa final de la vida El equipo del Hospice cuenta con herramientas médicas, enfermería permanente y acompañamiento espiritual constante que suman tranquilidad a las familias de los huéspedes en cuanto a los miedos que tienen con respecto al dolor, al sufrimiento y a la soledad. “Sabemos que tenemos algo que ayuda, y eso nos da seguridad. También desde lo psicológico y lo espiritual, porque hay que dar un acompañamiento espiritual más allá de lo religioso para transitar este momento. Después están todas las otras dimensiones que van más allá de lo que describimos y ahí está el plus del amor, que es lo que aporta el voluntariado. A la herramienta médica le agregamos amor, servicio, sentido común, humor, sonrisas y se genera un clima especial, un ambiente acogedor” afirma el Dr. Matías Najún, firmemente convencido. Ayudarlos a cerrar los temas que necesitan resolver “Imaginate que te informen que en diez días te va a “pasar algo”. Te vienen a la cabeza diez temas. Desde lo banal como cerrar la cuenta de un banco, tramitar la pensión para los familiares, a lo vincular, arreglarse con aquel familiar o amigo
El centro de día, un salto en 2011
En 2011, el Hospice Buen Samaritano se preparó para un nuevo desafío: recibir a enfermos terminales en forma ambulatoria. El centro de día funciona para las personas que se encuentran en el mismo proceso de la enfermedad, pero que cuentan con un hogar, una familia con quien residir y movilidad. A ellos se los invita a asistir durante el día no solo para el control de los síntomas, sino también para compartir momentos de recreación, formar parte de las celebraciones y a estar en la capilla. La familia del huésped puede de esa manera, continuar con las tareas del día a día, sabiendo que su familiar está bien atendido y acompañado.
Proyectos de aquí en adelante
“El Hospice Buen Samaritano me hace sentir pleno y exigido todo el tiempo. Ha sido la concreción de una misión, no solo en mí sino en los 120 voluntarios. Pero la misión nunca termina. Cada tanto siento que lo que hice ya está, y tengo que seguir. Mi misión también está en mi casa, con mi familia, y mis hijos, y en la tarea que hago en la práctica médica en el hospital”. El Dr. Matías Najún está convencido de que el Hospice tiene que crecer y sabe que eso va a suceder. Pero tiene una ambición más grande: abrir un Hospice Pediátrico. “Ese sería el salto más grande, un salto cualitativo que exige una mayor cantidad de voluntarios, más inversión y un desafío en la capacitación”.
Llegó al Hospice y estuvo un mes y medio. Al cabo de ese tiempo, quiso volver a su casa para resolver un conflicto que tenía con su hija adolescente”. La experiencia en el Hospice muestra que ayudar a los huéspedes a resolver sus temas pendientes hace que los pacientes necesiten menos calmantes, comiencen a dormir mejor y, en ocasiones recuperen fuerzas. El alivio de los síntomas, el acompañamiento permanente y descomprimir los temas familiares, hace que recuperen el sentido de la vida, y que en ocasiones se extienda la expectativa de vida que tenían antes de ingresar a la casa. “Hay mucho en el poder curativo del amor”, afirma la Dra. Verónica López, integrante del cuerpo médico del Dr. Najún |

Editorial Conexión. Dr. Matías Najún Despedirse con tranquilidad. Revista Conexión Andrómaco N° 20, 15 a 19 (2012)
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